Los ganadores de 2023 y de la vida: los festivales de música "pequeños"
Hay alternativas mucho mejores a los macrofestivales.
Muy buenas, Más Decibeliers. ¿Qué tal ha ido agosto? Yo estoy triste porque ya se me han acabado las vacaciones, pero feliz por reencontrarme contigo en esta, tu newsletter de música, cine y series de confianza.
Espero que hayas podido descansar y que encares a tope los 119 días que le quedan a 2023 (en nada estamos con el turrón y los polvorones). Y si pillas ahora las vacaciones, ¡disfruta!
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¿Empezamos? Empezamos
¿Por qué seguimos yendo a macrofestivales?
Este año ha sido un poco revuelto en el panorama festivalero. Varios de los grandes han tenido problemas con el tiempo en una época que meteorológicamente solía ser tranquila (que se lo digan al Primavera Sound de Madrid o al Wacken alemán), aunque los principales titulares de los macrofestivales han incluido la palabra caos o las excesivas aglomeraciones de gente para cualquier cosa (pleno de ambas cosas para el Mad Cool 2023).
En el fondo, cuando vas a un festival vas mucho más que para escuchar a grupos que te gustan. Y quizá este sea el primer factor que no solemos pensar mucho. Vas a un macrofestival porque toca uno de los artistas de moda. Es su principal reclamo, su máquina de vender abonos. Estos eventos saben que se la juegan en el tamaño de los cabezas de cartel y su estado actual en el mundo de la música.
Luego lo que te encuentras cuando vas a uno de estos macrofestivales suele distar de la experiencia ideal: colas para comprar comida, para ir al baño, para entrar, para salir… colas everywhere. Podemos seguir hablando de los altos precios, de que no se escuche bien donde estás porque estás lejos del escenario, etc.
Es curioso porque todos los años se repite la misma historia con los festivales de gran tamaño, que resume bien esta imagen (vía purivicente):
Esta especie de bipolaridad en la que se pasa del “todo bien” al “todo mal” es habitual, aunque siempre me llaman la atención los que echan pestes al acabar un festival, que después son los primeros que compran los abonos para la edición del año siguiente. ¿Hola?
Claro, los grandes festivales también cuentan con que no te vas a quedar con la cola que tuviste que hacer para cenar mientras los Red Hot Chili Peppers ya estaban tocando. La memoria es selectiva y tiende a quedarse con lo bueno, y si al año siguiente el festi tiene un cartel potente, allá que va de nuevo la masa.
Pero, déjame decirte, querido/a Más Decibelier, que hay vida más allá de los macrofestivales. Y es una vida mejor.
Los festivales “pequeños” conquistan corazones
Antes de seguir, me gustaría distinguir entre los festivales “pequeños” y los festivales primerizos que monta la promotora de turno con ínfulas de ser el Tomorrowland, pero en un pueblo del Alto Tajo. Seguramente en este segundo caso vas a tener un festival al que no va tanta gente como a un Arenal Sound, pero la experiencia va a ser regulera tirando a mala. Las ínfulas suelen traducirse en fliparse con los precios y en hacer todo lo posible por recuperar la inversión sin importar nada más.
Hecha esta aclaración, dejadme poner un ejemplo de lo que considero festival pequeño altamente recomendado: Canela Party en Torremolinos (Málaga). Nació en 2007 como una ida de olla de unos amigos que se atrevieron a hacer un festival con el cartel de grupos que querían ver. Da la casualidad que suelen ser grupos algo más alternativos del rock, punk y pop. Este año, por ejemplo, este era su cartel:
Claro, así de primeras el festivalero mainstream no encuentra nombres muy conocidos y pasa del tema, pero en realidad, en esta propuesta hay grupazos como King Gizzard & The Lizard Wizard, o las españolas Bala. Creedme que en esta selección de cartel hay muy buen gusto y mucha calidad.
Lo siguiente del Canela es que siempre organiza una jornada gratis para todo aquel que quiera pasarse y disfrutar sin pagar un chavo. Es una buena estrategia para decidir si luego quieres ir al resto de jornadas.
¿Qué destaca por encima de todo del Canela si le preguntas a cualquier asistente? El ambiente, no hay solape de horarios (porque nunca coinciden grupos a la misma hora) y que no hay aglomeraciones.
El ambiente es genial, entre otras cosas, porque todos los años organizan lo que llaman El Gran Pitote, que es una jornada en la que tanto el público como los grupos que tocan se disfrazan de cosas random.
Quizá este año hayas visto esta foto rondar por Twitter (perdón, X), vía Carlos Sánchez:
Son asistentes al festival que decidieron disfrazarse de presentadores y tertulianos de Sálvame.
Uno de mis favoritos es este otro asistente vestido de Chiquito de la Calzada (personaje ilustre de la tierra del festi, Málaga) con la patata caliente del programa del verano 2023, el Grand Prix (vía runtledge):
¿No te dan ganas de ir solo viendo una foto y un vídeo de la gente en el festival?
Luego está el tamaño: en total han asistido 24.000 personas al Canela 2023, que es la mitad de lo que suma un macrofestival en una sola jornada (el Canela dura cuatro días). Podéis preguntar a cualquier asistente de este año si han vivido agobio en algún momento.
Este año, además, la organización tuvo que enfrentarse a un tiempo con vientos fuertes que ponían todo en peligro. Hubo que parar varias horas el festival, varios grupos no pudieron tocar, pero el público alabó en redes sociales la gestión que tuvo el festival por comunicar en todo momento lo que estaba pasando.
No sé vosotros, pero yo valoro que traten a las personas como personas y no como ganado, que suele ser la tónica habitual de los macrofestivales.
Otro punto a favor: no tratan de hacer negocio con la devolución del dinero de las pulseras cashless, que son ya el estándar de todos los festivales. No puedes pagar en la barra o en el puesto de comida, primero debes ir a recargar la pulsera a un sitio habilitado y debes ir gestionando ese saldo durante el festival. MUCHOS festivales están cobrando si quieres recuperar el dinero que te sobró en la pulsera. El Canela no cobra nada si quieres recuperar tu saldo a partir de 1 €. Y sus precios, en general, son bastante contenidos: 8,5 € las copas, 4 € la cerveza y abonos para los cuatro días por 95 €. Como dato: ya hay adelanto de cartel y se pueden comprar abonos para el Canela Party 2024.
Otros festivales pequeños, como el Osa do Mar (en Burela, Lugo, Galicia), permiten la entrada de comida y bebida al recinto. ¡Y no solo eso, sino que hasta te recomiendan menús para llevarte!
Creo que como público deberíamos empezar a valorar más este tipo de detalles, porque en el fondo son los que marcan la diferencia. No estoy haciendo ningún alegato ni proponiendo un boicot contra los macrofestivales, pero sí te animo a que le des oportunidades a festivales como el Canela. Creo que hay muchas posibilidades de que te lo pases mejor que en el macrofestival de moda que sea. Y, si lo haces, de paso estás incentivando a que los organizadores te traten como mereces.
Si el público es exigente, no repetiría nunca en un festival que te ha intentado tangar.
¿Cómo lo ves?
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